10 de Mayo de 2016.- Corría el año 2000 y una ley laboral complicaba a un gobierno no peronista que había sido elegido. En esa época, el estado de la economía originó que naciera la idea de la recordada flexibilización laboral, o los conocidos vulgarmente como “contratos basura”, que dejaban a los trabajadores en desigualdad de condiciones frente a los empresarios, en contra de lo que establecía la propia ley de contrato de trabajo. También, con el objeto de dinamizar la economía, el ex ministro Cavallo, en el año 2001 repetía sin cansancio e implementaba los recordados “convenios para mejorar la competitividad y la generación del empleo” por medio de los cuales las empresas (industriales, comerciales, de construcción y servicios) podían compensar las contribuciones patronales de la seguridad social como crédito técnico del Impuesto al Valor Agregado. También, a través de ellos se permitía, de acuerdo a un cronograma de vigencia, que determinadas actividades dejen de pagar el Impuesto a la Ganancia Mínima Presunta, e Ingresos Brutos en todas las jurisdicciones del país, por medio de lo que se llamó “Pacto Federal, para el empleo, la producción y el crecimiento”. En los años que siguieron se aprobaron dos blanqueos de capitales, uno de ellos con una generosa moratoria impositiva, con el objetivo de atraer dólares y perdonar a algunos “selectos” morosos tributarios, dejando en desventaja a los que siempre vienen cumpliendo, como pueden día a día, con la pesada carga tributaria que existe en nuestro país.
En la actualidad, quince años después, se vuelve a hablar de cosas parecidas y casualmente otra ley, también laboral (doble indemnización) complica al gobierno no peronista actual. Cronológicamente con lo ocurrido años atrás, el oficialismo y parte de la oposición proponen algunas contrataciones libres de contribuciones para determinado segmento de oferta laboral, con el argumento de fomentar el empleo. Por otro lado, también se propician beneficios impositivos y subsidios para los que contraten bajo la modalidad de primer empleo, a jóvenes de entre 18 y 24 años. Y por último, también se rumorea un nuevo blanqueo de capitales que saldría con una moratoria impositiva, para todos los contribuyentes sin distinción de tamaño y sumando beneficios para los cumplidores pero sólo en la medida que apuesten y se comprometan a realizar determinadas inversiones para el futuro.
El resultado que dejaron los planes de la década pasada, en gran medida, desfinanciaron al sistema previsional y sin embargo ahora se vuelve con la misma idea. Pareciera que no hubieran otros caminos, relacionados con políticas económicas que se pudieran aplicar.
Sin embargo las hay: una reforma tributaria ayudaría a las PYME y no desfinanciaría al Estado, por ejemplo cambiando el método de liquidación del IVA, del sistema del devengado por el del percibido; o sea, debiéndose ingresar el impuesto recién cuando se cobra la factura y no antes. Otro ejemplo, sería aplicar justicia en los impuestos patrimoniales que rigen actualmente, derogando Mínima Presunta y Bienes Personales, reemplazándolos por el Impuesto a los Capitales (para las empresas) y al Patrimonio Neto (para las personas físicas), contemplándose los bienes pero también las deudas que se contrajeron.
Tanto a nivel nacional como provincial existen numerosos casos de presunciones impositivas representados por adelantos de impuestos (retenciones, percepciones e impuesto al cheque) que se transforman en verdaderos impuestos definitivos, ya que luego no pueden descargarse íntegramente de los tributos que sí tienen justificación teórica.
Pero lo más importante es que se implemente el ajuste por inflación impositivo en cada uno de los mínimos y de los topes que rigen en los impuestos. De esta forma, las personas y las empresas no se descapitalizarían abonando impuestos por los incrementos nominales de los precios que se producen en la economía, dejándose anclados los costos y las deducciones.
Y para el empleo, no hay mejor manera de fomentarlo que mejorando la economía.
En ese caso no serían necesarias leyes, o dicho de otra forma: carros que se coloquen delante del caballo para poder hacerlo. Lógicamente, que las pymes, las olvidadas siempre en el reparto, deberían tener un trato tributario diferencial en relación con las grandes empresas, que también a ellas las necesitan./ (*) El autor es el contador José Luis Ceteri.
Fuente: / cronista.com.ar