27 julio 2016.- La tendencia mundial es que los índices de fraude siguen creciendo. Pero hay mucha mayor incidencia en las pérdidas, los costos y los efectos negativos sobre las corporaciones de las actividades relacionadas con el soborno y la corrupción que el clásico fraude ocupacional”, sentencian Andrea Rey y Leandro Dores, socios de Assurance Services de EY, una práctica que se dedica al servicio, tanto para privados como públicos, de la prevención, detección o investigación de asuntos relacionados con el fraude, soborno y corrupción.
El análisis proviene de la encuesta Global Fraud Survey, que la firma realiza hace 14 años a nivel global -entre la que se incluyen casos locales. El 66% de los ejecutivos argentinos respondió afirmativamente sobre la amplia ocurrencia de casos de corrupción y soborno en el ámbito de los negocios, 2 puntos por encima de los resultados del año anterior y muy lejos de los mercados desarrollados (21% de percepción) o emergentes (51%). Dentro de los motivos de por qué sigue creciendo, Rey enumera que los negocios se van sofisticando, por lo que las formas de cometer fraude también.
“Por otro lado, tanto las compañías como los gobiernos y organismos de control tienen muchísima más predisposición a la detección de estas situaciones y su penalización, por lo que la exposición pública es mayor. Los stakeholders demandan transparencia. Es verdad que crecen los hechos de fraude o corrupción, pero no sé si en la misma medida en que se crece esa exposición”, distingue.
Dores añade que los reguladores incentivan a la gente a que participe en las denuncias y, si no hay acciones concretas, se diluye el efecto de enforcement. Eso impacta en la cultura de las empresas, ya que pasó a ser un tema de la agenda del top management. “Las organizaciones no solo dicen que no van a ser permisivas, sino que los combaten”, explica Rey. El cambio de cultura está impulsado por la necesidad de generar mejores negocios. “Hay una parte de valores intrínsecos, pero, al final del día, es cómo tener un mejor negocio, más estable, y no estar expuesto a temas reputacionales”, añade.
Entre los sectores que más demandan el control y detección de fraudes están la industria financiera, las automotrices y las firmas de life sciences (laboratorios y farmacéuticas). “Tienen muchos negocios con third parties, y en distintos niveles de proveedores, que necesitan un control muy fuerte”, aclara Rey.
Oportunidades a nivel macro
Uno de los motivos por los que se percibe que la Argentina es un país donde se cometen fraudes por encima del promedio global es porque hay predisposición a ciertas situaciones, como pagar para conseguir un negocio. “El willingness es mayor porque hay actos que acá no se conciben como fraudulentos. Pero sí hay más aceptación respecto de los impactos que generan”, dicen los socios de EY. Por eso, si bien la mayoría de las multinacionales tienen procesos orientados a prevenir estas acciones, también está creciendo dentro de las firmas de capital nacional.
“Por un lado, porque para hacer negocios con las corporaciones tienen que demostrar que hay sistemas de prevención de fraude”, señala Rey. “No es solo una declaración conceptual, sino que hay firmar contratos donde se acepta estar abierto a auditorías y sistemas de monitoreo. Es concreto”, añade Dores. Esto viene acompañado de un “proceso genuino” de cambio de cultura del management.
En la Argentina, solo el 10% de los participantes cree que, aun con el Gobierno dispuesto a avanzar con procesamientos por delitos de corrupción y soborno, se obtendrán condenas, por debajo del promedio mundial de 33%. Pero la encuesta se hizo entre octubre del año pasado y enero de 2016, previo a la sucesión de denuncias que hoy pueblan las noticias. “Hay un proceso real. ¿Dónde está el quid? Que sean efectivos a la hora de terminarlo y combatirlo. Ahí se cierra el círculo”, dicen los socios de EY.
Fuente: / cronista.com.ar