01 jul 2016.- La palabra de los funcionarios argentinos tiene poco crédito. Por más que se trate en esta administración de proyectos loables, modificaciones profundas y con rigor técnico detrás de cada uno de ellos. Luego de la aprobación legislativa de esta semana, en pocos días comenzará a operar el blanqueo de capitales. Será el tercero que se lanza en este siglo para que aquellos que tengan dinero en negro, no declarado, puedan purificarlo a través de la ventana que se les abre. Una vez más y al igual que en las anteriores oportunidades, esta es la “última ocasión” para que los contribuyentes puedan poner sus cuentas fiscales en orden.
Lo mismo sucede con las moratorias impositivas y que ahora también, en teoría, tendrán un capítulo final “que no se va a repetir nunca jamás”. A diferencia de los blanqueos, las moratorias están dirigidas a personas que hicieron sus presentaciones impositivas, pero están atrasadas en el pago. Se les ofrece ahora regularizar en cuotas su deuda a una tasa de interés conveniente.
Para eludir críticas, en los proyectos de ley -antes y ahora- se utilizaron eufemismos como “plan de pagos”, “sinceramientos” y hasta en los 90 se llegó a estudiar el envío de un proyecto al Congreso para prohibirle al Gobierno lanzar nuevas moratorias impositivas. Se pensaba que con una ley se iba a intimidar a los contribuyentes y todos se iban a poner al día en sus obligaciones. Todo hace recordar la tristemente célebre Ley de Intangibilidad de los Depósitos aprobada en el Congreso dos meses antes del “corralito”, cuando Fernando de la Rúa, de la mano de Domingo Felipe Cavallo, se aprestaba a poner nuevamente al país al borde del crac económico, político y social.
Lo que ningún Gobierno atacó seriamente en la Argentina es el origen o causa de que sea necesario proponer blanqueos o moratorias. La economía hoy opera 35% en la informalidad. Es difícil obviamente estimar ese porcentaje seriamente, pero los análisis más confiables rondan ese número. El empleo en negro, en los doce años de kirchnerismo y con las supuestas tasas de crecimiento chinas, nunca pudo descender del 30%. Por eso es que con el paso de los años, habrá un stock de dinero en negro con ansias de ser blanqueado. Es sólo cuestión de tiempo.
Esto no quita que el blanqueo que comenzará en julio sea exitoso. En el actual contexto de la Argentina, hay incentivo económico a purificar situación fiscal. El panorama internacional cambió. Con países decididos a combatir dinero negro, no es tan simple movilizar fondos no declarados. Suiza ya no es lo que era. Los bancos entregarán datos en forma automática a las autoridades impositivas.
Lo que debería hacer el Gobierno para acompañar el blanqueo y la moratoria es incentivar que gradualmente la economía per se se vaya blanqueando. ¿Por qué hoy es tan elevada, ese 35%, la actividad informal? En primer lugar, porque el trabajar en blanco no es barato. La presión impositiva en tan altos valores tienta a empresas y cuentapropistas a no declarar sus ingresos. Es lo que sucede también con los trabajadores en negro. El blanco no es barato.
No le será difícil a la administración de Mauricio Macri avanzar en este rumbo. Tiene problemas muy candentes de corto plazo que lo superan. Pero en el Ministerio de Trabajo a cargo de Jorge Triaca existe una iniciativa para reducir drásticamente el empleo en negro. Sería positivo que se la ponga en práctica. El incentivo o anzuelo para que cuentapropistas blanqueen su actividad pasaba por la cobertura de la salud. Sería un avance para remediar un problema que se juzga tan eterno como el agua y como el aire.
Fuente: / ambito.com.ar